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domingo, 3 de abril de 2016

Cuentos infantiles.

Campo: Lenguaje y comunicación.
Competencia: Utiliza textos diversos en actividades guiadas o por iniciativa propia, e identifica para que sirven.
 

Cuento del Zapatero, Tortuguina y Rapidin.

Hubo hace mucho, mucho tiempo, un zapatero.
El hombre, aunque ya estaba muy viejito y cansado, pasaba todo el día fabricando zapatos, para todos aquellos que llegaban a su modesto taller.
Zapatos pequeños, zapatos gigantes, en fin, toda clase de zapatos. Y esto podía hacerlo gracias a una canción, que una vez le enseñó un duendecito y que decía más o menos así:
Envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
zapatero a remendar los zapatos sin parar
zapatero a remendar los zapatos sin parar
El zapatero cantaba esta canción al tiempo que cosía, y según cómo la cantara podía fabricar cualquier tipo de zapato.
Fue así, que una tarde mientras dormía su siesta, alguien golpeó a su puerta como si usara una calabaza. Al rato otro golpe y así sucesivamente, que forma tan extraña de llamar pensó el zapatero. Y entre dormido y preocupado fue hasta la puerta y buscó con la mirada  a quien había llamado. Grande fue su sorpresa, cuando al mirar hacia abajo se encontró con una enorme tortuga, era doña tortuguina.
-¡Ay zapatero! que vida difícil la mía, llego tarde a todos los sitios. Cuando ya no hay comida en las fiestas, cuando no hay más flores en los jardines y cuando el río se ha secado.
-¿Y cómo puedo ayudarte yo? Zapatos para tortugas nunca he hecho.
-¿Pero tú no cantabas una canción que te enseñó un duendecito?
-Es verdad, si la canto normal me salen zapatos normales, pero si la canto rápido, muy, muy rápido, quizás...
El hombre se puso manos a la obra y empezó a cantar.
Envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
zapatero a remendar los zapatos sin parar
zapatero a remendar los zapatos sin parar
Efectivamente le quedaron unos zapatos rapidísimos. La tortuga se los calzó y comenzó su veloz marcha.
-Adiós zapatero, muchas gracias, adiós.
El zapatero se sintió feliz de a ver ayudado a Doña Tortuga. Y decidió dormir otro ratito de siesta antes de volver al trabajo. Apenas logró dormirse cuando creyó oír algo, pero se volvió a dormir, ya que los golpes sonaron muy rápidos y pensó que eran parte de un sueño. Otra vez los golpes, pero esta vez muy, muy rápido. ¿Quién será tan apurado? Un enorme susto se pegó cuando vio a una liebre correr y saltar por todos lados, como si llevara el fuego en el cuerpo.
-Hola zapatero, soy la liebre Rapidín y necesito urgentemente su ayuda.
-¿Pero qué es lo que te ocurre?
-Es que soy muy veloz y llego antes de tiempo a todos los sitios, a las fiestas cuando no hay invitados, a los jardines cuando aún no han nacido las flores y a bañarme en el río cuando aún faltan meses para la lluvia. Pobre de mí, siempre tan sola por llegar antes de tiempo.
-Bueno, no llores Rapidín es que no sé cómo puedo yo ayudarte si soy un viejo cansado y hago todo muy lento.
-Justamente yo escuché por ahí algo acerca de un duendecito y una canción.
-¡Es verdad!, la canción. La canto muy rápido me salen zapatos veloces, tal vez si la canto lento... Bueno, mira, voy a intentarlo, pero no se qué saldrá.- Dijo el zapatero y se puso manos a la obra.
Envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y pan, pan, pan
zapatero a remendar los zapatos sin parar
zapatero a remendar los zapatos sin parar
Efectivamente, le quedaron unos zapatos lentísimos. Rapidín se los calzó y muy contento se fue.
-¡Adiós y gracias!
Y esa era la vida del zapatero al que siguieron viniendo muchos más personajes, pero ese, es otro cuento.




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 Campo: Lenguaje y comunicación.
Competencia: Utiliza textos diversos en actividades guiadas o por iniciativa propia, e identifica para que sirven.
 
 

La tortuga y la cometa voladora:


Érase una vez, un conejito, una ardilla y un ratón que vivían en una aldea muy soleada del bosque. Casi siempre brillaba el sol y todos los animalitos salían a jugar entre las flores y los arbustos con sus juguetes.
El conejito tenía una pelota con la que jugaban a muchos juegos divertidos, la ardilla tenía una cuerda con la que todos saltaban a la comba y el ratón tenía unos cuentos que leía a sus amiguitos cuando todos descansaban después de jugar.
Pasaban las tardes jugando y siempre estaban riendo. Nunca se enfadaban unos con otros, se ayudaban en todo lo que podían y les gustaba compartir sus juguetes y divertirse juntos. Pero un día, todo cambió…
Una familia de animalitos llegó a la aldea. Eran unas tortugas que venían de otro lugar y que buscaban un nuevo sitio donde vivir. La tortuga más pequeña era de la misma edad que ellos y tenía un juguete que nunca habían visto por la aldea. Era un juguete volador con una forma muy extraña. La tortuguita lo hacía volar por toda la aldea mientras los animalitos miraban extrañados. Hasta que un día todos se acercaron a preguntar:
¡Tortuguita, Tortuguita! ¿Qué es ese juguete?
La tortuguita los miró y respondió:
Es una cometa voladora
El conejito, la ardilla y el ratón se sorprendieron de ver aquella cometa y todos querían jugar con aquel juguete tan divertido así que le dijeron:
¡Tortuguita, Tortuguita! ¿Quieres venir a jugar con nosotros y enseñarnos cómo jugar con tu cometa?
Pero la tortuga, muy enfadada, les dijo:
¡No! La cometa es sólo mía. Vosotros no podéis jugar con ella.
Todos los animalitos se entristecieron y se fueron a jugar con sus juguetes mientras veían como la tortuga se divertía con su cometa voladora. No entendían por qué la tortuguita no quería jugar con ellos.
Todas las tardes salían juntos a jugar con la pelota del conejito y la cuerda de la ardilla y siempre terminaban escuchando los cuentos del ratón. La tortuguita no se acercaba a ellos y jugaba sola con su cometa.
Un día, mientras todos los animalitos jugaban juntos, observaron como la tortuga se divertía con su cometa, pero algo ocurrió. De repente, la cometa salió volando y se fue muy muy muy muy lejos y la tortuguita se quedó triste porque no la encontraba por ningún sitio.
El conejito, la ardilla y el ratón vieron como la tortuguita se iba a su casa triste y se dieron cuenta de que en los días siguientes la tortuguita no salió a jugar como acostumbraba.
Todos los animalitos pensaron que la tortuga estaría muy disgustada porque había perdido su juguete así que pensaron que entre todos podrían hacer algo para ayudarla. Una tarde, en vez de salir a jugar con sus juguetes, decidieron salir a buscar la cometa de la tortuguita. Buscaron y buscaron y pidieron ayuda a todos los animalitos del lugar para encontrarla lo más rápido posible hasta que por fin vieron que la cometa estaba en un árbol.
Llamaron a los pajaritos de la aldea para que volaran hasta la cima del árbol y entre todos consiguieron la cometa voladora así que, muy contentos, fueron a buscar a la tortuguita para darle una gran sorpresa.
Cuando llegaron a la casa de la tortuga, todos la llamaron para que saliera:
¡Tortuguita, Tortuguita! ¡Sal con nosotros! ¡Tenemos una sorpresa para ti!
La tortuga salió con el resto de su familia y todos vieron que los animalitos de la aldea habían tenido un gesto muy bello con ellos. La tortuguita, muy feliz, dijo:
¡Es mi cometa voladora! ¡La habéis encontrado!
Los animalitos devolvieron a la tortuguita su juguete tan preciado y muy contentos por lo que habían hecho fueron a jugar.
La tortuguita se quedó jugando con su cometa hasta que sus papás se acercaron y le dijeron:
Tortuguita, los animalitos de la aldea te han ayudado a encontrar tu cometa y se han portado muy bien contigo. ¿Por qué no juegas con ellos y les dejas jugar con ella?
La tortuguita se dio cuenta de que sería mucho más divertido jugar con el resto de animalitos y que a todos los animalitos les haría muy feliz jugar con su cometa voladora así que se acercó a ellos y les agradeció el bonito gesto que habían tenido.
Desde ese momento, todos los animalitos de la aldea jugaron con la tortuguita y compartieron sus juguetes y la tortuga, muy feliz, les enseñó a jugar con su cometa voladora.

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